El mundo es maravilloso, la vida es bella y los humanos también somos excelsos…hasta que dejamos de serlo. ¡Qué lástima!
Nacemos confiando y poco a poco vamos dejando de confiar. Nos rodean otros humanos que, en ocasiones nos miran bien pero otras veces parece que no. Y vamos descubriendo que aunque somos iguales en muchas cosas también hay otras muchas en las que somos diferentes.
Y nos enseñan que es bueno compartir con otros lo que se tiene pero enseguida nos hablan también de la necesidad de competir ya que “los recursos son escasos”. Y entonces si solo hay un juguete y hay dos niños, si uno lo tiene, el otro ya no puede jugar con él.
Y miramos cómo juega el otro niño y qué cosas hace que tú no eres capaz de hacer. Y vas notando las diferencias sintiéndolas dentro de tí. Despertando distintas emociones, de admiración, de aprecio, de placer, de rabia, de envidia…
Y nos enseñan a compararnos con otros y a tratar de superarlos en diferentes competiciones escolares, deportivas, empresariales, sociales e incluso a veces familiares.
Y te preguntas, ¿por qué no soy más alto o alta? ¿Más bello o bella? ¿Más inteligente? ¿Con mejor vista? ¿O con más fuerza física? O…
Y después vienen las comparaciones con el tener. Y es fácil detectar que otros tienen más dinero, mejor posición económica, una casa mayor, un mejor automóvil, un más avanzado smartphone…
Y detrás, subyace un concepto que nos guía: estamos aquí en esta vida jugando un “juego de suma igual a cero”. Lo cual significa que lo que tiene el otro, tú dejas de tenerlo. Existe una tarta limitada de la cual todos tenemos que comer.
Y, casi nos olvidamos de nosotros. Miramos hacia afuera, al exterior, a los otros…a nuestros competidores. Y la comparación se hace con el otro. Y no con uno mismo en nuestra evolución.
Y puede ser que al compararnos con el otro no quedemos bien. Y puede que no nos sintamos bien y sintamos envidia del bien ajeno.
Y aparece la senda de la envidia-mediocridad-victimismo. Y asoman los miedos. Los miedos a la perdida de lo que tenemos, sea material o inmaterial.
La envidia es una declaración de inferioridad. Es el homenaje que la mediocridad rinde al talento. Provoca la aparición del victimismo.
La envidia quizás se crea en los primeros años de la infancia. Aparece la comparación. Y es, cuestión de no alimentarla.
Diría que sucede justo lo contrario que con la sonrisa que enrique a quien la recibe sin empobrecer a quien la da. En la envidia se perjudica al envidiado y asimismo al envidioso ¡Qué lástima! ¡Qué pobreza de espíritu! El envidioso nunca se encuentra suficientemente satisfecho. Típico de los mediocres.
Seguramente profundizando más nos podríamos encontrar una posición existencial del tipo “Yo estoy mal” – “Tú estás bien”. Y esta posición implica la sensación de injusticia que lleva al “victimismo”. “Todo lo malo me sucede a mí” “Nunca tengo suerte” “Todo lo bueno va para otros…”
Y esa envidia distorsiona totalmente la percepción de la realidad pase lo que pase. Lo positivo siempre será poco y lo negativo mucho en comparación con lo que les sucede a los demás.
Los envidiosos suelen juzgar comparando. Es difícil que “legitimen a uno como legitimo uno, único”.
Y es muy difícil que admiren a alguien. Eso les haría sentir incluso más inferiores, más minúsculos.
Con lo cual, nada de admirar. Por el contrario hay que buscar razones y formas para “bajarles de su pedestal” “Es que ha tenido muchos apoyos, aunque no se los merecía” “Ha hecho trampas, ha engañado” “Ha sido pura suerte, no se lo merece” “ya verás que pronto cae y le olvidamos enseguida”…
En el fondo subyace la inseguridad del envidioso, su baja autoconfianza que en ocasiones proviene de la baja autoestima, del no quererse, del no aceptarse.
Y ese envidioso ni se aguanta a sí mismo y aguanta aún menos el triunfo del otro. Así, en su interior late un deseo de que la realidad termine por penalizar a todos. Es decir, llegar al “Yo estoy mal- Tú estás mal”, “Si las cosas a mí me van mal, mejor que nos vayan mal a todos”
Y de los envidiosos surgen con frecuencia comportamientos y acciones de mobbing (acoso moral) tratando que a ese profesional que le va bien “se dé cuenta” que no vale, que no es eficaz, que no funciona bien y se baje de su “falso pedestal” para así poder “trepar” yo (el envidioso)
E irremediablemente ante una abundancia de envidiosos, crece la mediocridad y que, consecuentemente, aquéllos que valen abandonen el barco para no aguantar a “estúpidos envidiosos” y a “pobres de espíritu”.
Y el barco puede ser un país, un grupo social, un partido político, una organización llámese empresa o Universidad. Cada uno podrá hablar de experiencias vividas y sufridas. Yo soy uno de ellos. ¡Que levante el brazo…!
Y después nos quejamos de los políticos. En realidad nos dan lo que consciente o inconscientemente estamos pidiendo. Al igual que la TV.
Y no nos atrevemos a exigir más. Y hay gente que se aprovecha y saca partido de la “mayoría silenciosa”. Y por supuesto tenemos siempre una auto justificación” ¿y yo, qué voy a hacer?
Creo que está llegando el momento de hablar y de hacer. De denunciar a corruptos y mediocres. De que entre todos logremos un país que sea relevante en cuanto a aportación en innovación, solidaridad y humanización de la vida.
Cada uno que aporte desde donde pueda pero que no espere sentado a que otros resuelvan nuestra vida.
Pero, hay gente maravillosa, gente que ya está en marcha y gente que está esperando para moverse, para ayudar a cambiar a esta sociedad adormecida sabiendo que el cambio tiene que empezar desde nosotros mismos.
Sacrifiquemos, si hace falta formalismos y normas y abrámonos en la confianza de un ser humano que tiene talento para dar el salto.
Un ser humano buscador de mayor justicia, solidaridad y riqueza de espíritu. Un ser humano con mayor altura de miras que se mire a sí mismo para a partir de ahí mirar a los demás y compartir lo que somos y lo que tenemos.
José Maria Gasalla
Conferenciante, escritor y profesor de DEUSTO Business School
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Gracias José María por traer tu luz y tu inspiración a la comunidad de personas que estamos en torno a este blog. Gracias por compartir tu sabiduría y brindarnos un horizonte nuevo para encarar el cambio de paradigma global en el que estamos inmersos. Gracias Maestro!